Deshidratar los alimentos y en este caso las frutas es un procedimiento que desde la antigüedad se realiza para su conservación, debido a que de ésta forma aumenta su vida útil ya que se mantienen en un largo tiempo preservando la mayor parte de los nutrientes, evitando de esta forma la proliferación de los microorganismos o bacterias.

Las frutas desecadas o deshidratadas son frutas originariamente frescas y tiernas que han sido sometidas a un proceso de secado dando lugar a lo que conocemos como frutas secas.

Este tipo de frutas contienen un alto contenido en hidratos de carbono en forma de glucosa, fructosa y sacarosa, responsables de su sabor dulce y de administrar buenas dosis de energía. Su fibra, que mejora el tránsito intestinal y reduce la tasa de colesterol, ayuda además de esto a que la energía se libere de forma gradual. Prácticamente todas las frutas deshidratadas son ricas en hierro, un ejemplo de ello es el higo seco y los orejones de albaricoque fuente inusual de este valioso oligoelemento.

Estos alimentos poseen cantidades notables de calcio, sobre todo son muy diuréticos, depurativos y debido a su contenido de betacarotenos tienen ventajas antioxidantes. Afortunadamente, también aportan gran volumen de potasio y de vitaminas del complejo B, vitamina liposoluble E y otros antioxidantes, lo que las hace ser apropiadas para deportistas y para quienes tienen hipertensión arterial, dado a su bajo contenido en sodio y su riqueza en otros micronutrientes. Por otra parte, aunque tienen más azúcares naturales y más calorías por cada cien gramos que una fruta fresca, éstas concentran buenos nutrientes que pueden favorecer nuestra dieta y el cuidado de la salud.

Pese a que podemos consumir uvas pasas, dátiles y demás frutas deshidratadas como postres o para acortar el tiempo entre una comida y otra, de igual modo se pueden incluir como ingrediente en diferentes platos y de esta manera aumentar los nutrientes que ofrecen y gozar de sus beneficios.

Diferencias entre frutos secos y frutas desecadas

semillas de frutos secos y frutos desecados
Teniendo en cuenta que estos alimentos son muy energéticos, nutritivos, saludables, un complemento de nuestra dieta, debemos conocer que existen diferencias entre uno y otros, algunas de ellas son las siguientes:

Los frutos secos llámese a las nueces, avellanas, almendras, piñones, pistachos, castañas, entre otros, son semillas cubiertas por una cascarilla dura, espesos calóricamente comibles, pueden ser consumidas de forma normal en la nutrición, logrando fortalecer la ingesta de proteínas de origen vegetal, grasas saludables para el organismo, además de ser convenientes para lograr energía extra en nuestros adiestramientos, con lo que se pueden ser empleadas en dietas al ser saciantes, tienen un bajo contenido de hidratos de carbono (salvo la castaña), aportan minerales.

En contraparte, las frutas desecadas tales como los higos secos, dátiles, ciruelas pasas, melocotón, albaricoque, etcétera, son frutas a las que se les ha quitado el agua a través de calor, tienen menos calorías que los frutos seco puesto a que apenas tienen grasas ni proteínas, son alimentos diferentes, pero en lo que se refiere a su composición y valor nutricional aportan azúcares, vitaminas, antioxidantes, fibras y energías de forma veloz, siendo muy aconsejables para consumirlas si realizas ejercicios de larga duración y si tienes inconvenientes de estreñimiento, sin embargo, hay que indicar que a lo largo del proceso pierden una gran parte de la vitamina C, son buena fuente de potasio, calcio, hierro y de provitamina A, tiamina o bien B1 y niacina o B3. Son aconsejables para regular el colesterol.

Por último, son ideales para calmar la ansiedad y controlar las calorías que ingerimos, pero siempre recuerda que consumir un puñado diario de aproximadamente 50 gramos es más que suficiente para adquirir los nutrientes que estas frutas nos ofrecen.